miércoles, 10 de septiembre de 2025

EL GOZO Y LA PAZ VIENEN, CUANDO CRISTO ES PRIMERO



 Pastor, muchas personas, incluso quienes estamos en el ministerio, buscamos el gozo en los lugares equivocados. Buscamos iglesias más grandes, programas más efectivos o el aplauso de compañeros y feligreses. Pero el gozo nunca aparece allí. Priorizar mal puede eliminar el gozo en tu ministerio. Pablo explicó esto en su carta a los Filipenses: «Pero todo lo que era para mí ganancia, ahora lo considero pérdida por amor de Cristo. Es más, todo lo considero pérdida en comparación con la excelencia de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo. Lo considero basura, para ganar a Cristo» (Filipenses 3:7-8, NVI). Ese era el «estado de resultados» de Pablo. Todo lo que antes parecía ganancia ahora contaba como pérdida en comparación con conocer a Cristo. Incluso en una celda, Pablo podía regocijarse porque sus prioridades estaban centradas en Jesús. Fíjense en la palabra «basura». Los traductores estaban siendo educados. La palabra original significa estiércol, estiércol. Pablo no se andaba con rodeos. Sin Jesús, todo lo demás —fama, dinero o poder— es basura sin valor. Solo Cristo trae gozo duradero. Perderás el gozo en el ministerio si dejas que cosas menores te distraigan. La gente te decepcionará. Los planes no siempre saldrán bien. La asistencia fluctuará. Si te mantienes enfocado, el gozo se evaporará.

Pablo nos recuerda que la vida se trata de concesiones. Él lo entregó todo para ser hallado “en Cristo”. Jesús dijo lo mismo: “Nadie puede servir a dos señores” (Mateo 6:24, NVI). Muchos deseamos a Jesús y algo más. Pero no se pueden tener dos “1”.


Esta es la realidad: Cuando venimos a Cristo, lo dejamos todo. Puede que al principio parezca restrictivo, pero en realidad es la puerta al gozo. Cuando nos entregamos, Jesús reestructura nuestros dones, transforma nuestras metas y nos las devuelve con un propósito mayor que antes.


El misionero Jim Elliot, quien dio su vida en Ecuador, lo expresó así: “No es necio quien da lo que no puede conservar para ganar lo que no puede perder”.


Entonces, ¿a qué te aferras que te sigue robando el gozo? ¿Tu ministerio, e incluso tus metas, ha reemplazado a Cristo?


Es hora de reordenar tus prioridades. Pon a Jesús de nuevo en el centro. Cuando lo hagas, descubrirás nuevamente la alegría que te has estado perdiendo.

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